Etiquetas

, ,

por Carlos Medina Viglielm

Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista. Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata. Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, porque yo no era sindicalista. Cuando vinieron a llevarse a los judíos no protesté, porque yo no era judío. Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar.

Frase de Martin Niemöller (Alemania 1892-1984), adjudicada a Bertolt Brecht.

Bandera USA sangrienta

Venezuela se ha convertido en estos días en la trinchera en la que se defiende a muerte la integridad del continente. Desde que el pueblo venezolano y sus fuerzas armadas devolvieron al comandante Hugo Chávez al puesto que con todo derecho le pertenecía de presidente, en el año 2002, los golpistas de entonces y de ahora han organizado el actual golpe al mejor estilo pinochetista.

El puesto que ocupara Henry Kissinger en 1973 como Secretario de Estado del Imperio está hoy ocupado por John Kerry. Pero las intenciones y las formas son casi exactamente las mismas. Solo que Pinochet no recibía sus órdenes por un Smartphone, sino por un teléfono de línea que arrancaba en la oficina de Nathaniel Davis, el embajador yanqui en Santiago. Todo el continente (y todo el mundo) sabe esto.

Hace apenas un año, la situación continental era otra. No exenta de problemas pero muy otra, con gobiernos de inclinación de izquierda, (llamados progresistas), en Brasil, Argentina, Ecuador, Bolivia, Venezuela y Uruguay, más Venezuela, con un gobierno declaradamente socialista. Cuba ya no estaba sola allá en el Caribe. El Imperio había perdido bastante el control en lo que considera su “patio trasero”. Los gobiernos de esos países promovieron leyes en beneficio de sus pueblos y en particular de sus poblaciones más humildes, y muchos creyeron que se concretaba el “camino al socialismo por la vía pacífica”.

Nada más lejos de eso. Las agrupaciones “progresistas” llegaron al gobierno, en gran medida gracias al desgaste de los partidos de la derecha, enredados en su propia maraña de corrupción e ineptitudes pero, llegar al gobierno no es llegar al poder. El poder está en el control de la propiedad de la tierra, de los recursos naturales y de los grandes medios de producción y además, condición sine quanon, al poder se llega cuando las fuerzas armadas son derrotadas en acción o cambian de bando: de ser el brazo armado de la oligarquía, a ser defensores de su pueblo. Esa no es tarea fácil y menos todavía, si no se asume como ha pasado en Uruguay.

En Uruguay la llamada coalición de izquierdas llegó al gobierno pero en ningún momento asumió la verdadera jefatura de las Fuerzas Armadas, cosa que las mismas recuerdan con actos de insubordinación, en cada oportunidad que se les ofrece. Es criminal, más que ingenuo por parte de quienes se presenten como líderes de izquierda, pretender que la participación de las Fuerzas Armadas en la ayuda a damnificados por catástrofes naturales, como inundaciones, terremotos o huracanes, signifique que éstas han elegido defender al pueblo. Desde los principios de la historia, los ejércitos han sido formados, financiados, armados y adoctrinados, para defender el poder económico. Lo demás es cuento. A veces las fuerzas Armadas se presentan como “defensoras de las instituciones”. Mucha gente honesta piensa que eso significa defender la democracia. NO, están en defensa de las instituciones del capitalismo!!!!

Pueden las “fuerzas progresistas” haber llegado al gobierno, y administrar la sociedad dentro de los márgenes que permite el capitalismo pero, en algún momento, aquellos que ostentaron antes el poder heredado de los colonizadores y que disfrutaron de todos sus privilegios, o sea, los grandes empresarios, los dueños de grandes extensiones de tierra, de las industrias alimentarias, quieren volver a tener el sartén por el mango. Quieren volver a disponer del Banco de la Nación, de la Dirección General Impositiva, de la Dirección General de Aduanas y también, quieren controlar las remuneraciones de los trabajadores, fuente de sus riquezas.

Los poderosos no están solos. Cuentan con toda una parafernalia de elementos y personeros a su servicio en una telaraña montada durante centurias; jueces que escriben las leyes y las cartas magnas de las naciones en su beneficio y, por supuesto, la invalorable ayuda de los generales al mando, que harán todo lo posible para que “se respeten las leyes, la integridad nacional, las tradiciones y las buenas costumbres”. Para eso están bien formados y entrenados, antes, en la Escuela de las Américas en Panamá y hoy, en las llamadas “misiones de paz” de las Naciones Unidas, que no son de paz ni comandadas por las Naciones Unidas.

Los gobiernos progresistas pensaron que tal vez alcanzaba con promover leyes y acciones en beneficio de sus pueblos pero, como bien señaló el filósofo y religioso Frey Betto hace pocos días, “la izquierda cometió el error de no organizar ni politizar al pueblo”.

Entonces, y mientras se continúa con las acciones golpistas contra el gobierno de Venezuela, gana Macri en la Argentina. Enseguida llegó el jefe, la cara visible del Imperio de visita a felicitarlo. Luego se llevó adelante el “golpe a la paraguaya” contra Dilma Rousseff. Ambos gobiernos, el de los ladrones y estafadores de Brasil y el de pro sionista de Macri, se han pronunciado en contra del gobierno de Venezuela.

La defensa de Venezuela a nivel continental ha sido diezmada. Los dos principales países del continente han cambiado de bando bajo la fina tutela del Imperio. Pero éste no se conforma con lo que ha “recuperado”. El Imperio viene a por todo. Macri acaba de anunciar un convenio con los EUA para establecer una base militar en Ushuaia.

Qué harán entonces los “progresistas”,  aquellos que, por incapacidad, mediocridad o cobardía, arriaron las banderas e incluso eliminaron, la tarea de concientización de las masas como si la historia hubiera acabado. No hicieron sólo eso, permitieron o promovieron una disminución brutal en el nivel político de la gente, que ha resultado en millones de incapaces de criticar o disentir, para caminar como corderos al matadero.

¿Qué dirán los progresistas cuando se den cuenta que la derecha a la que se permitió mantener el poder tenga además el gobierno y tengamos clavada la bandera yanqui en el patio?