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Nos asomamos a la extinción de todas las especies. La cuenta atrás avanza cada vez a mayor velocidad.

La región amazónica brasileña sufre los peores incendios forestales de los últimos años (Reuters)

por Carlos Medina Viglielm

La mortal carrera delictiva iniciada por Hitler en 1933 desembocó, muy a sabiendas de los gobernantes de Francia, Inglaterra y Estados Unidos, entre otros, en lo que la historia denominó como la II Guerra Mundial. Destrucción, países,  zonas y ciudades arrasadas por las bombas y la metralla y 60 millones de muertos. 20 de esos millones solamente en lo que entonces era la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

El desarrollo del poderío militar alemán no se hizo en secreto sino con la tolerancia de quienes en su momento le declararían la guerra. La guerra no fue otra cosa que un reparto violento para nada nuevo en su forma, de territorios y mercados.

Hoy el mundo contempla cómo un ex oficial del Ejército puesto en la presidencia de Brasil gracias a una trama de jueces corruptos, sectas evangélicas y diputados oligarcas, le da fuego a la Amazonia mofándose del mundo entero diciendo que “La Amazonia es de Brasil”. Simultáneamente ha  habido y hay extensas zonas a merced de las llamas en España, Islas Canarias y Siberia.

El tamaño del territorio selvático en Brasil que va quedando en cenizas para que los ganaderos aumenten su  territorio y los empresarios de minas puedan meterle mano a los recursos del subsuelo, ya afecta a gran parte del mundo. Y lo seguirá afectando en una espiral que, tal vez ya esté fuera de control, en perjuicio de todo el planeta.

No basta con comunicados de condena o cortes en los créditos. La amazonia produce el 20% del oxígeno que necesitan los seres vivos. Bolsonaro y su grupo de secuaces en el gobierno de Brasil están atacando a toda la Humanidad y a millones de seres que habitan en la propia selva. Por eso debe ser detenido de inmediato.

Los empresarios capitalistas y sus gobiernos, especulan sobre el porcentaje de conveniencia para condenar o no, sancionar o no, al gobierno irracional de Bolsonaro. Ese es el problema mayor. Se trata de gobiernos al frente de administraciones de igual tipo que el de Bolsonaro.

No basta con sacar a Bolsonaro del sillón presidencial, someterlo a juicio y guardarlo bajo siete llaves. Hay que ponerle fin al principal responsable, al sistema de explotación de recursos humanos y materiales totalmente irracional, que termina siempre siendo criminal, llamado Capitalismo.

Sería aconsejable realizar esto ya y en forma planificada. De lo contrario el fin sobrevendrá de todas manera pero, en medio del pánico.