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Es la organización paramilitar de la élite cruceña, destinada a defender intereses oligárquicos, y se fundamenta ideológicamente en el racismo y el fascismo, su admiración histórica por grupos como los Utachas de Croacia y por las ss de la Alemania nazi.

Granma –

Un grupo paramilitar se destacó en las acciones violentas de octubre contra el partido Movimiento al Socialismo (MAS), el pueblo boliviano, sus instituciones democráticas y los movimientos sociales: la Unión Juvenil Cruceñista.

Actuaron con crueldad, no respetaron mujeres, ancianos ni niños, golpearon, hirieron, mataron, amenazaron, su papel en la generación del caos fue fundamental, aplicaron la estrategia del shock con el objetivo de paralizar la acción del pueblo.

La Unión fue creada el 7 de octubre de 1957 y ha hecho de la violencia extrema, del racismo y del anticomunismo una forma de vida a la que se han consagrado con el fanatismo típico de las organizaciones fascistas.

Existen gracias al apoyo de la dirigencia de las instituciones cruceñas, de la élite empresarial de Santa Cruz y del silencio cómplice de los medios de comunicación privados. Los «unionistas», como también son conocidos, utilizan el «amedrentamiento social» para lograr sus objetivos.

El grupo, con base en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, se autodefine como cívico y autonomista, pero la Federación Internacional de Derechos Humanos lo ha descrito como «un grupo paramilitar fascista».

Esta organización, que forma parte del Comité Pro Santa Cruz, ha recibido cuestionamientos y acusaciones en relación a sus actividades de apoyo al movimiento autonomista de Santa Cruz y ha contribuido a la formación de grupos facistoides en toda la región de la llamada «media luna» y de otras del país.

Antecedentes
El odio al campesino se incrementó en Bolivia en los años 50 del siglo pasado. Ese es el periodo de las llamadas luchas «cívicas» cruceñas por las regalías petroleras del 11 %, en las cuales nace el discurso de la enemistad de origen racial con el colla altiplánico que se «opone al desarrollo de Santa Cruz».

Las regalías petroleras del 11 % para los departamentos productores fueron concedidas en el año 1938 mediante un decreto ley que nunca se cumplió. Después de la revolución del año 1952, cuando el indígena del altiplano, el colla, derrotó al ejército e instauró el proceso de cambio lidereado por el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), el voto universal que por primera vez incluyó al indígena en la vida democrática, permitió un cambio significativo en el padrón electoral de Bolivia.

Este cambio en el padrón significó una gran inclusión de los pueblos originarios y de la clase trabajadora más humilde, en general, en las elecciones. El mnr obtuvo el 82 % de los votos, ocupando todos los escaños en la cámara de senadores, y 63 asientos de 68 en la cámara de diputados, para un 94 % del poder parlamentario. Todos los parlamentarios del pueblo cruceño eran de la clase social vilipendiada, excluida hasta entonces, lo que no fue aceptado por la élite que eligió combatir el proceso de cambio.

Las élites definieron al colla como un elemento de atraso para Santa Cruz, como un freno al progreso. El Comité Cívico Pro Santa Cruz, valiéndose
de esa historia, fijó en la mente colectiva del pueblo cruceño al colla como el enemigo externo, idea que se convirtió en el paradigma de la región. Ser cruceño es, además, odiar al colla, y obedecer el mandato del Comité Cívico.

El Comité Cívico asumió la defensa de «todo el pueblo cruceño», al iniciar los reclamos por las regalías petroleras del 11 %, que le pertenecían a Santa Cruz, y que el gobierno altiplánico de La Paz «se negaba a cumplir». Se inició la guerra contra lo que consideraban el «enemigo externo»: el colla centralista y altiplánico «que impide el desarrollo de la región».

El verdadero enemigo queda bien al norte
Pero el verdadero enemigo de la región y de Bolivia no era el colla, eran los que habían traicionado a la revolución. Principalmente el problema era que el petróleo boliviano estaba siendo explotado por la GulfOil Co, una empresa estadounidense que no estaba dispuesta a compartir sus pingües ganancias con nadie.

La Unión Juvenil Cruceñista es el brazo armado del Comité Cívico Pro Santa Cruz, encargado del adoctrinamiento y del amedrentamiento de la población. La mayoría de sus afiliados son jóvenes menores de 30 años. Algunos de ellos han sido procesados judicialmente con relación a hechos de violencia racista.

Muchos la creían extinguida después de los sucesos de 2006, 2007 y el intento de golpe de 2008, pero ahora resurge con fuerza contra el mas. La táctica de la Unión Juvenil Cruceñista consiste en sorprender y atacar en grupo, con armas contundentes, agredir a personas desarmadas, aisladas, débiles, amparados en la impunidad, pues increíblemente la Unión es parte del poder regional.

En octubre de 2019 la Unión Juvenil Cruceñista volvió a levantarse, esta vez mucho mejor organizada.

Carlos Camacho, el actual presidente del Comité Cívico de Santa Cruz, fue formado bajo la doctrina de la Unión Juvenil, nieto de un exdictador y perteneciente a la clase empresarial odia profundamente a los campesinos, a las clases humildes y fue uno de los líderes visibles del golpe de Estado contra Evo Morales.

Los grupos violentos se extendieron por todo el país, amenazando y agrediendo a los líderes sociales y en los días del golpe actuaron siguiendo las listas de «traicioneros», previamente elaboradas, mencionadas muchas veces por Camacho en sus discursos de odio. No buscaron nunca una segunda vuelta electoral, ni anulación de elecciones. Ellos salieron a tomar revancha, a tomar el poder.

La Unión Juvenil Cruceñista es la organización paramilitar de la élite cruceña, destinada a defender intereses oligárquicos, y se fundamenta ideológicamente en el racismo y el fascismo, su admiración histórica por grupos como los Utachas de Croacia y por las ss de la Alemania nazi, el uso de los símbolos del imperio estadounidense, su narrativa profundamente racista, «adornada» con elementos seudocristianos y de intransigencia religiosa, dan la medida de ante quiénes estamos y a quiénes representan. (r. a. c.)